malas mariposas de verano inmersas, catastróficamente, en cinco kilos de vacío, en cinco egos sucios, jibarizados
HISTORIAS DEL VACÍO (THE HEAD OF STATE)
Un grillo ha entrado en mi habitación por debajo de la puerta. Sigiloso, se ha quedado quieto un momento a medio metro de ella. No sé si desde allí me está observando. Como sea que fuere, dudo que pueda importarle. Ha venido aquí por otros asuntos, por asuntos personales que poco tienen que ver con mi presencia. Enemigo de las bombillas y de los espacios demasiados iluminados, ahora se ha escondido cerca de una de las aplastadas patas del baúl en donde guardo cientos de revistas. Su pequeña sombra (y no su ruido, puesto que no es hacer llamadas lo que le interesa), lo delatan. Definitivamente, no se equivocó de habitación: en la mía, mi madre acaba de aplastar a una cucaracha que escalaba la pared del fondo. ¿Cómo diablos se habrá enterado de esto? No tengo idea. Lo cierto es que está aquí para corroborar el chisme, si es que esto fue lo que lo motivó a hacer el viaje. Los restos de la pobre cucaracha quedaron medio esparcidos detrás de mi ropero. Algo más de lo que era quedó embadurnado en la pared donde la suela de una sandalia chocó violenta. Otro ectoplasma más de animal procedencia. En alguna parte del grillo se concentra un lejano pero intenso temor de que algo similar le ocurra, no en la pared sino en el suelo. En algo confluimos. Nuestro temor parece ser el mismo. Desde mi viejo sillón de pita me agacho un poco y, sin verlo claramente, me compadezco. La existencia, en general, es diversa en temores. Por eso.
Debido a sus hábitos nocturnos, al igual que millones de grillos debajo de miles de baúles, por ejemplo; y a su canibalismo, no repara en la peligrosidad de sus movimientos y decide abandonar su virtual escondite. En ese preciso momento, yo estoy escribiendo esto. El tiempo se detiene misteriosamente. Otra blanca mentira de las películas, imagino sonriendo. Pero las agujas del reloj ya no circulan. Mis piernas no se mueven. La polilla deja de roer mis libros. Mis ojos se quedan estancados enfocando la pantalla. Las teclas no funcio…
…nan. El susto duró sólo un minuto. En ese minuto el grillo pudo cruzar mi habitación sin que yo lo aplastara con mi sandalia. Todo vuelve a funcionar de nuevo. La sangre corre y mis vías respiratorias responden. El grillo está detrás de mi ropero tambaleándose sobre una alfombra de polvo y telarañas. El cuerpo sin vida de la cucaracha lo incita a aproximarse. Al hambre no se le puede persuadir con nada. Seguramente al terminar de llenarse las tripas, esperará a que yo apague la luz y entonces dará rienda suelta a sus famosos trinos. A mí me encantaría oírlo, pero desafortunadamente no hay lluvia y yo no necesito canciones de cuna. Así que antes de que me arrepienta, tomo la sandalia, me hinco y estiro el brazo para aplastarlo junto a las migas de cucaracha que dejó en el suelo. Los riesgos jamás desaparecen mientras este mundo no le pertenezca a nadie.
MOMENTUM II
Ella se había soltado de mi mano y en su boca llevaba un bebé pingüino. Ya no corríamos. La poca comodidad de un banco de cemento, nos era suficiente. Traté de besarla y acabé vomitando. Tomó el bebé pingüino y empezó a frotarlo en sus pechos. Estaba tratando de darme a entender que quería destetarme, que ya no era necesario darme de sus pechos. Y vi su rostro, convertido en escaparate. Y sentí mi corazón, convirtiéndose en antena. Y entonces recordé que nada de eso podía ser verdad, puesto que, para empezar, yo aún era una niña. Y el Sol titilaba, como nerviosa estrella cansada de estar en el mismo altar de siempre. De pronto, Ella lloraba; el pajarraco había huido de sus manos. Yo veía el suelo. Yo veía como brotaban pequeñas cabezas de alfiler en el suelo. Ella me dijo que vendría más seguido; tres veces cada año bisiesto. Por su olor a forastera, supe que mentía. Y el Sol allá, histérico, llamando la atención de los mortales. Quiero que me penetres antes de la medianoche, me confesó cruzándose de brazos. No respondí. Pasó un minuto. El golpe que me hizo entender que debía obedecer, cambió mi estado. Entonces nos pusimos de pie, robamos una bicicleta de madera y pedaleamos juntas. El eco de la tarde reverberaba en mis oídos. Besé su vulva de cera derretida. Había anochecido. Ella era el Limbo y yo su idea prematura. Los días oscuros en los que cerdos decapitados aparecían para incitarnos al delirio, habían terminado. En algún lugar de su cuerpo, más allá de su blusa de satín, quedaron mis ojos taciturnos.
CIUDAD DE MIERDA (FOCALIZACIÓN AVERBAL)
[…un hombre entrado en años con un gallo bajo el brazo en aquella acera cerca de un lugar poco o nada conocido la pobre ave envuelta en hojas de papel periódico de un domingo antes y ajustada con pita amarilla con la respiración agitada por el tumulto de peatones y las miradas curiosas de algunas gentes los vehículos al igual que el hombre y su mascota-alimento de un lado a otro en busca del destino el zumbido de las moscas sobre un trozo de cuero cabelludo tirado en una bocacalle el calor un mocoso enfermo y desnutrido más pálido que un mausoleo con restos de vómito en sus comisuras y los ojos saltones acurrucado en los brazos de su malencarada madrastra la hedentina aroma de los pies de los pedigüeños tumbados en la misma banqueta de siempre también presente una vieja rama desprendida de su tallo ahora impidiendo el paso en alguna de las calles un dedo mutilado casi como un ciego pez adormecido en el desagüe las pintas en los muros percudidos por el tiempo y por el tufo de la máquina efecto-paranoia un motor y un detonante al mismo tiempo diafanidad ¿en dónde? quizás en la toalla femenina asida a la quijada de un perro rendido ante la permanencia del desconcierto y del peregrinaje sin rumbo y sin significado una mujer de regular porte sentada en un borde con un pelo en la teta derecha en pleno crecimiento quizás por no haber amamantado nunca a nadie el sostén de plástico demasiado pequeño para sus medidas su moral también desconocida casi inexistente la basura su risa y sus matices de insignificante ser más evidentes que la pestilencia en la boca de un borracho el cuchillo el cuchillo oxidado pero aún filoso en el cuello del rebelde del antisocial y del desadaptado allí la sangre como un sacrificio inútil e infructuoso ¡Hosanna! por fin una apertura un renacer y abrir de ojos la muerte con su juego de dados azarosa y justiciera pero siempre merecida maldito el muerto y su infortunio una pesadilla con ampollas infectadas de viruela y un amanecer reinventado carente de secretos todo aquí todo aquí y ahora conato de cotidianidad aceptada por un lado mecha de un infierno fulgurante por el otro…]
SACRAMENTOS
6
Es la cuarta botella de ginebra que compro esta semana y estamos a miércoles. Angélica tenía razón: soy un desastre. Jamás fui capaz de prometerle un futuro. Mi mente siempre estaba ocupada en arrebatarle un poco de vida a este planeta. La sobrepoblación no es tu maldito problema, me decía ella, Angélica, mi ex novia, aunque no tuviese ni la más mínima idea de lo que estaba diciendo. Ahora que me doy cuenta, me resulta difícil no incluirla en esta historia. Habría comprado un anillo con el dinero de la tercera edición de Metanoia, creo que es eso lo que más me duele. En fin, ahora que nos separan millas y millas de distancia y que cuando menos me lo espere, me mudaré al cementerio que queda al fondo de la calle, todo lo que diga lleva implícito desde ya el sello de caduco e inservible. Los miércoles, precisamente, eran los días que más trabajaba. El plan de exterminio lo elaboraba el fin de semana y lo retocaba los lunes, mientras me drogaba. Drogado, las vidas que pronto iría a convertir en muertes, me importaban lo que una oxidada moneda a un millonario. Luego me daba por esconderme en el closet y pretender que alguien me buscaba y que al abrir una de las puertas del closet, ¡buh!, lo asustaba. Era lo que hacía de niño, cuando me quedaba a dormir en casa de mis primos. Una vez, mi prima Monse se orinó del susto y me golpeó con el tacón de un zapato de la tía. Juré matarla, pero en vez de eso, tres años después, la besé en la boca e hice que tocara mi pene. Era nuestra Primera Comunión, creo.
ALGO VISCOSO (DUALIDADES CALLEJERAS)
Tú, lector o lectora, que sales a la calle constantemente, víctima quizás de la típica fobia al aburrimiento cotidiano, ¿te has percatado alguna vez de ese tipo con el rostro someramente descompuesto, con aires de no saber exactamente qué es lo que ocurre y por qué tiene que mirar lo que está mirando?, ¿has notado su presencia entre una multitud de individuos ataviados con prendas de efímero valor y movidos por una misteriosa necesidad de desplazamiento?, ¿te has fijado en él cuando te dispones a pisar el paso de cebra que tienes por delante o cuando te sientas a esperar el 208 en la parada más concurrida?, ¿has sentido su espíritu en los solitarios y gigantescos parques a los que vas a desconectarte del día a día, a fumar un poco de hachís o a intercambiar con tu tal para cual una simpática ración de fluidos corporales entre la espesa hierba, detrás un frondoso sauce?, ¿lo has visto deambular por las plazas, las anchas avenidas, las asfixiantes estaciones de buses y los tétricos túneles del metro?, ¿has abierto bien esas sensibles películas que recubren tus ojos para verlo por ahí, caminando una y otra vez por las mismas calles, yendo y viniendo, gastando visiblemente el lado izquierdo de su zapato izquierdo y el lado derecho de su zapato derecho?, ¿has observado, por casualidad, que aunque vaya solo mueve los labios como queriendo convencer al aire de que el silencio es tan sólo un espejismo, una ilusión auditiva, un requerimiento hospital-bibliotecario?, ¿lo has visto de reojo cuando camina a tu lado en la acera o en los pasillos de los magnánimos centros comerciales a los que vas a sufrir de placer los fines de semana?, ¿te has percatado de que algunas veces comparte ascensor contigo, de que baja por las escaleras eléctricas cuando tú subes, de que está sentado en la mesa menos visible del café, en la que quizás por cuestiones de pésima iluminación y salud mental jamás te sentarías?
Pues bien, ese tipo se parece mucho al autor de estas líneas. El problema es que el autor de estas líneas también se parece mucho a ese tipo. El autor de estas líneas lo sabe; ese tipo no. El autor de estas líneas (o ese tipo) carece de identidad; vive de trazos, de marcas, de posiciones, de categorías. A veces, cuando voy (va) por la calle, lo veo observándome; me paralizo entonces, bajo la mirada y me dan ganas de retroceder o simplemente, como tú, lector o lectora, perderme entre la multitud y fingir que no ha pasado absolutamente nada, excepto que la aguja de un gran reloj incrustado en una fachada antigua se ha detenido un poco a emitir el mismo suspiro de cuando nos llevamos la mano a la cabeza… y hay sangre, o algo viscoso.
04 de noviembre de 2009
1978, España, Jocotenango, Madrid, narrativa, nosostromos, prosa, Sacatepéquez
04 de noviembre de 2009
"Al hambre no se le puede persuadir con nada" Frase indubitable.
"Los riesgos jamás desaparecen mientras este mundo no le pertenezca a nadie",
"¿te has percatado, has notado, te has fijado, lo has visto, has observado?…ese tipo se parece mucho… carece de identidad…"
He deleitado estas líneas.
Saludos!
04 de noviembre de 2009
Geniales master! casualmente sonaba Floods en el itunes mientras leia ALGO VISCOSO (DUALIDADES CALLEJERAS) y de alguna manera me quedo como soundtrack en la parte final. en hora buena y que sigan las letras en este espacio..
Sánchez
04 de noviembre de 2009
Que loco… ya era hora de algo tuyo!
abrazos muchos Rafa!
24 de noviembre de 2009
Me gusta, me impresiona, me incita a leer más. Muy bueno Rafa, sobre todo el toque sarcástico de algunas partes…
Saludos, que estés bien.
24 de noviembre de 2009
Hola, disculpá que te escriba por acá pero necesito contactarte, mi nombre es Lorena Flores-Moscoso y estoy haciendo una entrevista para el PERRO EN LLAMAS… mi correo es chicaborges@hotmail.com
24 de noviembre de 2009
Excelente Master, tus textos tienen un giro inesperado que se siente como morder un anzuelo pero que en efecto te deja enganchado y queres leer más.
Vida eterna a la Anarquía.
24 de noviembre de 2009
Muy reflexivos!
24 de noviembre de 2009
Puuuuuu te, que buenísimos los cuentos, me tripié al pobre grillo!!
Chilera “tuarte” vos, deliciosas las letras lo llenan a uno de un hormigueo incontenible.
QUIERO MÁS!!! ejejeje
08 de diciembre de 2009
Definitivo el que faltaba.
04 de enero de 2013
[…] RAFAEL ROMERO […]
23 de julio de 2013
… en el fondo y sin distinción, un escote se esconde tras ojos glanulares, oscuros.
03 de noviembre de 2015
Solo comprobar si esto está capado