de cuando Alicia surcó la telepática ruta del mercurio y de las burbujas palabras, como un mito… en bicicleta
POEMA URGENTE
A E,
no tengo nada nuevo para darte
sólo una amalgama irascible de días nerviosos,
versitos partidos en decimales recuerdos.
moneditas de cambio para estacionar promesas.
sarampiones alfabetos en cuestión de duda.
no tengo nada nuevo para darte
sólo ésta penúltima vigencia de ángel,
sólo este ejército colmado de música y llanto.
sólo esta tibia intención aparcada a final de párrafo.
sólo éste rutinario andén mirando al cielo o al infierno.
no tengo nada nuevo para darte.
incendiemos con lutos la primavera,
descolguemos de las paredes el universo.
arrendemos una canción de moda, pongámonos cursis.
escribamos urgencias, gastémonos el sueldo
besémonos los miedos.
(del libro A Dos Pasos, Vueltegato Editores, 2010)
CRUX
(Muerte, Traición y Heroína. Crucifixión de Cristo: Mateo 27:32-56, Marcos 15:21-41, Lucas 23:26-49)
—No es un asunto de tiempo, ni tampoco de salvarnos bróder —me dijo con su voz pálida, más pálida que una camiseta roja en cloro, mientras yo me alejaba de este mundo, de esta conciencia.
Luego prosiguió, pausadamente.
—Lo que pasa… es que vos te encaprichás con toda esa mierda de la panadería, los poemas y los vinagres. ¡Te lo digo en serio cerote! Aquí ya no hay mara de confianza, buena onda, ni mucho menos mara culta que diga algo con sentido. Ya nadie te hace caso mano. Esas mierdas de andar timbrando los corazones de la mara y leyendo poesía en los puteros y en los festivales de la mala saña, ¡son puras pajas, mano! Ya hasta la poca mara que te leía se fue a la mierda. Ésos doce contemporáneos tuyos, ¿dónde están ahorita compa? Uno anda por Europa, otro se ganó aquel Premio, aquel otro trabaja en el Gobierno. A esa mara le vale vergas compa… te lo digo en serio cerote, ¡ésa es la mera mierda! Ahora qué otra, te vas a matar con esa tu mierda que andás comprando en aquel putero. ¡¡Va, entonces matate cerote!! —me dijo mientras me hundía la jeringa en forma de clavo justo en la vena izquierda. Un maldito alivio hizo que la vena respirara. La vena se hinchó de éxtasis, cómo una nube se hincha de lluvia, cómo un glande se hincha de gloria sexual. Un pinchazo es, a veces suficiente, para olvidarse del mundo y sus quejidos.
Sentí un dolor profundo, uno último, profundísimo. Todavía logré ver cómo relampagueaba el foco del cuarto en pleno mes de Abril; mientras dos gotas (una de sangre, otra de sudor), se unían en perpetua armonía hasta caer al mismo suelo donde se levantaba una cruz de albañil en lo alto del hotelito contiguo. No hubo truenos, ni relámpagos; ni una íntima letanía que trascendiera hasta el último rincón del universo. No hubo milagros sedentarios, ni sagradas escrituras, ni resurrecciones postraumáticas al tercer día.
Sólo hubo zozobra, un último escalofrío, una inevitable y crucial certeza.
Las lágrimas gimieron tercas, el atardecer se hizo sombra y una mujer en mi cabeza, con las lágrimas de mi madre, desconsoladamente lloró.
(inédito, del libro Postmítica)
I
El miedo con que solía escribir
mis cartas de amor al universo
se ha desvanecido
entre el vaho pirotécnico de Fin de Año.
Hay finales tristes, mi Querida Alicia.
Pero lo que hemos logrado como Humanidad Sensible
no nos permite dilapidar la vida
y parir sollozos misérrimos,
entre las almohadas del más mezquino abandono.
Mientras afuera hay alguien a quien le quiebran
la quijada
el culo
los labios
el brazo con un cuete o un machete
(Institucionalmente Correcto)
Las heridas son profundas, profundísimas.
Mi Querida Alicia.
No te voy a mentir si te digo
que nunca escribí una carta de odio al cosmos.
Sería mentira, si te dijera la verdad, ocultándote mis intenciones.
La ira con la que he visto a muchos, directo a los ojos,
es sólo comparada con la brutalidad de un fusil de asalto
o la venganza premeditada de una mujer violada, henchida en rabia,
contra un Milico y un Poli de La Comisaría Quince.
Del Odio creció mi Amor
y de mi Amor, la mismísima Esperanza
que hoy se transforma, sensatamente, en Voluntad Oportuna.
Oportunistas y Clarividentes
los que descifraron desde hace muchos años
estas minúsculas palabras que escribo.
Algunos supieron curarse las heridas con su propia saliva.
Otros gimieron sin miedos y la palabra se les hizo ponzoña.
Ágilmente se ve como viaja por sus sangres el tibio veneno
al que llaman: Ambigüedad o Desencanto.
Pero la oscuridad es fría.
Y la Soledad Finita les cuajó la prisa, la verborrea, la insolencia.
Luego de la oscuridad
vino la tierna brisa y el morbo de los comienzos.
Y los comienzos comienzan ahora, mi Querida Alicia.
Precisamente
cuando empezaba
a sentirme bastantito muerto.
(fragmento de Alicia, Editorial Catafixia, 2010)
PASAVANTE PARA NO OLVIDAR
(Canción de Silvio Rodríguez. Sexo con ardientes mujeres cubanas en la Habana)
El que Silvio Rodríguez me haya dedicado una canción, no significa exactamente que mi canción sea urgente cómo la de Nicaragua; o que parezca un himno antimilitarista donde yo salga de entre las sombras de “La Revolución” bailando Son Cubano a lo Sexteto Habanero y con el Trío Matamoros tomados de la mano[ mientras él abre la puerta al infinito, o cosas por el estilo.
Mi canción –digo, la que Silvis me escribió– es una canción Glam Progressive tipo inglés, género al cual Silvio le tiene infinito respeto y admiración irrefutable; pero por asuntos a los que no quiero entrar en detalles Silvio decidió huir y aparcarse indefinidamente en una versión más popular, más light y más acomodada, cómo lo es la Nueva Trova. Digo esto, sin ofender a los inquebrantables tributarios que obsequian donativos para alimentar con mojito y tostón al Monstruo Mediático de la Isla Patria. Tampoco, por supuesto, para difamar a los verosímiles colaboradores de la suntuosa Revolución. Pero sí les proclamo, que mi canción es totalmente bella e incondicional. Y que encima de lo que se pueda decir o desacreditar, es una de las mejores canciones jamás escritas en la Hispanoamérica hablante; según palabras que un amigo músico guatemalteco me transmitió alguna vez.
Todo sucedió, aquel día de Pascua o Primavera en que la Casa de Las Américas otorgó unas becas a escritores, estudiosos, investigadores y artistas en general para estudiar cine en la prominente ciudad de Los Ángeles de la Calcuta. Por más fortuna que desgracia, una de esas becas me correspondió a mí, por ser un poeta prometedor de versos disidentes –en esos melancólicos tiempos en que una tortilla era alimento del alma–.
Así, viajé en avión de primera clase y me condujeron hacia la respetable ciudad, me presentaron a algunos de los más honorables hombres de La Causa, me inscribí en el cursillo de cine, bebí mojitos cómo miel de abeja, escribí dos guiones que después se transformaron en un cortometraje digno de la trinchera; pero después de cierto tiempo, esmero y dedicación me aburrí cómo se aburren los náufragos en el agua. Entonces volví a la isla-realidad y no pasó mucho tiempo sin que encontrara algo en que ocuparme.
Ya instalado en la isla y con el tolete bien sazonado, me decidí a indagar en la Baja Habana. Ahí conocí a uno que otro escritor-pato bien jalao, a unos pintores jevosos–comemierda y a unos comecandelas que me llevaron a un lugarcito llamado el Cabrito Carpentier, yendo de La Habana Vieja hacia El Malecón. Ahí anduve varias noches gastándome la poca fula que me quedaba; y fue justamente en una de ésas noches de bateo, platicando de políticas neoliberales y rodeado de caderas jineteras, arepas bembonas, uno que otro bisne con un chino canchanchán cederista; y un calalú maravilloso a punto de ebullición cuando conocí a Silvio.
Él, de inmediata manera me mostró su infinito afecto improvisándome una canción al ritmo de Luna de Xelajú, con toques de King Crimson, Yes, Frank Zappa e incluso Nick Drake. “No cojas lucha, ponte bayusero” –me dijo al despedirse y desaparecer cómo Fantasma de la… Trova entre el silencio del Puerto Viejo a horas casi del amanecer–.
Esa noche, no dormí, recuerdo.
No por el pasmo de haber conocido a Silvio, sino por el atolondramiento de tener a Julissa restregándome su chocha contra mi pinga y embarillando toda la madrugada hasta el amanecer. ¡Qué buen tronco de Jeva! ¡Uy no, qué recuerdos! En fin… ¡qué buena hoja, qué viva la revolución!
(inédito, del libro Postmítica)
TSUNAMI
las mariposas
se trenzaron en tu pecho.
un olor a quimera, a fútil saña,
se erigió desde el centro de tu vientre.
vos abriste las piernas,
y yo vi, tiernamente vi,
cómo el tsunami de tu vulva
se tragaba
todas mis palabras decadentes.
desde el televisor
al mismo tiempo que llorabas,
la voz de Paulina Rubio nos amortiguó el silencio
(del libro A Dos Pasos, Vueltegato Editores, 2010)
20 de febrero de 2010
1979, Guatemala Ciudad, narrativa, poesía
20 de febrero de 2010
qué textazos Pablo, me encantaron, me arreglaron un poco el sábado (aunque el de silvio y crux los había leído en revista usac).
05 de marzo de 2010
Simplemente quedé maravillada.. amé tus escritos..adelante