blanca se expande la palabra en las playas de la Noche y la poesía es un péndulo misterioso
de sangre
me delata
primate;
una muestra
de esperma
me delata
mujer;
esta lenta
eutanasia
me delata
dios.
rostro de la aurora
bajo la hoja
de mi cuchillo
gima.
¡Mira
cómo estos dedos
se prolongan
y tocan
los brotes redondos
del horizonte!
¡Sonríe aurora!
¡Somos idénticos
y
estamos ebrios!
Empieza la quietud de febrero, quietud rota sólo por el motor del planeta que afila sus cuchillos; yo abro los ojos por ratos para que dios no me encuentre, no sea que quiera hurtar el vino con el que en un momento brindaré con la noche.
En la mitad
del final
de la víspera
de mi muerte,
sabré
que siempre estuve
equivocado,
y no reiré
cuando
en la cabecera
de mi lecho
dios y el diablo
hayan bajado
algunas libras
en la pugna
por mi alma
gratuita
Mientras viene la noche, cierran sus ojos los muros y abren los suyos el arpa y la abundancia. Quien permanece en el silencio tras la puerta repite sin descanso las líneas de Whitman que escogió para compañeras hasta la muerte; quien no, esquiva los vestigios de la silenciosa fuga del sol, borra los rastros de su rostro y de su boca, su nombre para disolverse y amalgamarse cuando sean encendidas las fogatas y los barriles y se besen los labios y los vidrios; sólo entonces todos seremos todos. Hasta que la noche inmensa al descanso se marche con su paso de tambor que es el que repiten los corazones en los pechos.
De noche,
el mundo se cuelga de los murciélagos
y las luciérnagas
para no detenerse o caer mientras duerme.
19 de mayo de 2008
1978, Guatemala Ciudad, nosostromos, poesía, prosa