vierte la sal el caracol como un murmullo divino que acampa en la geografía de la palabra; he ahí el cálido cuajo de la furia, he ahí la resonancia
[LOUIS BARDALES]
DIVINA FORMA SEMBRADA EN LA CAMA CONCRETA
Predico comedias cuando me persigue
el sermón. Una vez pensé que había conocido a Dios cuando
un cielo me destapó y andaba borracho sin
cabañas de luz. Una vez pensé que Dios me había hablado
cuando escuché mi nombre que gritaba entre muslos de
música. Mi falta de geografía me ayuda a recordar que
la oración es una toalla mojada enrollando fiebres en
el ático que es Dios.
La vida estresante del ocaso
se dispersa como una plaga de llantos
y se escucha un gorgojeo que duerme al pueblo.
Entré en la sala de la obligación y una garúa
de San Francisco me cubrió las veredas inseguras
mientras Dios me susurraba una cadencia. Me cantó
desde la cama hacia el estómago: «NO HAY halo valeroso
en ese oasis que te llama. No habrá ni herrumbre
de luces ni arrabal de moralidad. Quédate en las nubes.
Quédate en las nubes». Pero abrí mi otra boca y
el huracán de semillas del quebranto me alivió
el dolor rotundo del estómago, y me levanté con
ganas de abrazar la lágrima eterna, abandonada.
Creo en ese sueño profundo. Allí nadamos en lagos
de oración. El agua hincada. El agua desnudándose y bailando.
El agua hablando en lenguas y profetizando a las multitudes
de corbatas asfixiantes. Me siento encima de los dobleces de la
sábana metálica de la sombra. Es una despedida entre nosotros
—la esposa, la cegada y el esposo—. Nunca aplaudas después de
escuchar un río. Su pazguato y profundo mandato a la biblioteca
de voces a perturbar.
Pues en realidad
hay mucho pasando en el puente significante
y está insinuando un nopocalipsis
y en la llama azul flotando encima de nuestro cráneo
está aquel pasaporte que significa todo y algo.
Pido intervención de ángeles verdes para la ventana
defenestrada. Pido bendición para mi aldea adormitada.
Pido frambuesas para la bruma acechando a la fiesta.
Pido perdón por ser tan boca abierta. Pido perdón por
pedirte perdón.
RESPIRACIÓN ACARICIADA AGRESIVAMENTE
Empaco mis inviernos en una jaula de costillas y
guardo mis Cristos en un país mojado de tierra y
ansioso de evolucionar.
Un infierno caleidoscópico toma su tiempo en
una bota de cuero. Su tiempo liquidado hecho sangre
animalística y extendidamente viva. Todos los inocentes
empiezan a tener pesadillas de yardas sazonadas con
ardillas muertas.
Benditas sean las tripas de todos los dueños del
bodegón sabio. La rata nos muestra una narrativa masiva
inmigrando a multitudes de cabezadas, sedientas por el
miembro esqueleto de la forma divina. Lo miramos
todos con bocas y la vista con sabor a muerte, sabor a
esperanza sanguinaria. La ardilla hace señales con su
cola pero nadie le entiende. Creo que no esta señalando;
está dirigiendo al coro que entra cortésmente
al zafiro antideslumbrante.
Venida diabólica.
Salida celestial.
El matrimonio desastroso
operado en el yunque
donde una hechicera dio luz,
digo, oscuridad. Magos
destripados en una avenida
sagrada de niñez retorcida,
emitiendo plagas de naciones
y afectando a los pocos seleccionados —ramas en el árbol multilingüe—.
Lentos los efectos del vidrio virgen, pero expansivo el río de su
cuerpo soluble, enamorado con la hoja poseída
de prados vociferados.
LA MADRE BRUJERÍA TOCANDO EL PIANO ENCARCELADO
Humo abrupto convocando Marías
suele estar brincando por aldeas
de experiencias religiosas diseminadas.
Su sueño pide refugio en un caníbal
y se encuentra con un crimen adamita
Evaluando las geografías de su nacimiento
se encuentra con una ablación de sus remansos
mas de fondo, donde crecen los surcos
guiando a la contraluz guiando al sonido frambuesa
guiando al alba centinela y al oráculo solenoide
hacia el nudo fugaz.
El mapa de polilla nos demuestra otro alambraje
y entro sin que nadie mire a la sala indecisa.
Lo que está ocurriendo en la región de tejido telaraña es de una
envergadura de imposibilidades crucificadas.
Escucho esa región recitar leyendas plumosas; se refiere
a seres de luz y también a cazadores del dominio
adiós. Con el batintín del corriente cruzando el muelle
de Asmodeus, la cocina resonante del jardín resucita
el virus titilante atado a la costa del desvelo.
Existen los espirales de un corazón en lucha
con su propio mito ventoso. Ser, cabro montés, visitándome
en la cama y seduciendo a mis hijas no nacidas,
quiero verme en tu cara.
Hay regiones que piden sentimientos agradables
y hay violencias eróticas. Una cadena para mi amada
frase musical, que no es música. Me despierto en un limón
amarillo. Dormido en una baño de rayos de antiluz.
Más que un crecimiento de planta
Más que un árbol con raíces acuarílicas
Más que un arpegio de tonos santificados
Mis tonos nunca se han purificado
porque nacieron en la cama fría del invierno
y al salir se congelaron. Se congregaron las
aguas inseguras del sobresuelo sombrado
y digitalizado por las culebras intoxicadas de la
tarde cotidiana. El movimiento seductivo de la
esperanza engaña a la anatomía del espíritu.
Buscamos arena para la herida nostálgica.
Buscamos señas de hechos en silencios debilitados.
Mi madre es una revolución de cuerdas desafinadas
y mi padre el contratiempo antirreligioso y espiritual.
Bienvenidos a la familia a veces idílica
a veces incendiaria
nunca suciedad humana
nunca sociedad humana
La rueda de materiales objetivos se muere en nuestros ojos, o lenguas
dependiendo de la seducción
dependiendo de la sombra.
*** Tomados de Grandes conjuros de la silla
LOUIS BARDALES. (Chicago, Estados Unidos, 1988). Hijo de padres guatemaltecos, es músico y poeta. Vive en Chicago donde es instructor de guitarra en el Old Town School of Folk Music. Estudió Poesía en Columbia College de Chicago y escribe poemas y canciones en inglés y español. Sus poemas en inglés han aparecido en las publicaciones Columbia Poetry Review, Otis Nebula, Phantom, Pinwheel, y N/A Review. Sus poemas en español se han aparecido en las publicaciones Revista Cronopio y Resonancias.org. Búscalo en Facebook, Twitter e Instagram.
08 de noviembre de 2016
1988, autor invitado, Chicago, Estados Unidos, Guatemala, poesía