hurgarnos, allí donde coinciden el secreto de la luz con el férreo apostolado de la muerte, donde se gesta la dilatación y los bálsamos, el énfasis preciso de lo imaginado
Cortar las flores
Deshacerse de intangibles primaveras
ya no nacerán, ni una más
en el vientre.
Química
Tenía un libro entre las piernas
Nos hablan de dolor y destrozos
como si no supiésemos.
Como si no nos hubiésemos ya diplomado
en sufrimiento crónico.
Nos hablan y hablan
sin saber
que contenemos más lágrimas que agua.
¿Destrozos tú a mí?
Venga, valiente,
Desiste.
Yo todas las desatenciones que he tenido con el continuo presente
Y su esclavitud
han sido gracias a la poesía
Hogar
Cuna y sepulcro
Morar el vacío
Pertenecer a lo ajeno.
Llevo en mí la muerte
se es sola
a cada caer lentamente rodeada de amigos
con su inmanente sonrisa
Y se contempla el ajeno y lejano silencio
-Siempre un cristal de por medio-
cuando se baila descalzo y sin freno,
Y se rompen y vierten las venas
a cada conciencia del intrascendente devenir
que es el paisaje de la escena.
Cae y calla
Silencio
No hagas ruido
No salgas del cuarto
Shhh
Quieta, auséntate
No despiertes a la bestia
En este morar
el silencio es el rugir de la nada
Y todavía cantas mientras te devoras a ti misma
Perfumada de vainilla
vive la ausencia de la enamorada
Cigarrillos de terciopelo
nublan su mirada
Cantares de naufragio
velan sus anhelos:
y qué es la muerte
sino no nombrarte;
caer en la losa
sitiar el presente
y qué es la vida
sino salvar mil millas;
caer en los lazos
aliviar la partida
¿Cuántos abrazos le habrás afanado,
Sombra de lo difuminado?
El motor se para
Alcanza el umbral y resbalan los cuerpos de las bicicletas. Se sumergen y despeñan al suelo.
No se puede seguir eligiendo libros en las bibliotecas. Se ahogan los lactantes arriados.
No se puede seguir tirando de piedras. Se quiebran y derraman los afectos.
No se pueden dar más pasos. Fundieron las fuerzas.
Amasijo devorado por el ciego latido
¿Quién te anida? Consulto al retrato
Ningún temblor en el resplandor deshabitado del sur
La imagen que soy ignora mi presencia
Y no sé quién responde:
Ecos caídos de lejanos transitares.
Han entrado las termitas derramando denso oleaje,
por las costuras, se ve lo negro.
El felpudo se convirtió en envoltorio y no hay madre.
Quedaron las dunas, los huérfanos huecos en el lecho deshojado.
Eres
esta Caverna lanzada al velo del vacío, al olvido del delirio
Sitios que al mismo tiempo hablan de recuerdos diferentes
Él me hablaba de quién realmente había ganado la segunda guerra mundial.
Y yo le miraba a base de susurros de antiguas complicidades.
Incapaz de aguantar la concentración,
imaginaba cómo sería discutir con él
la sutil diferencia
entre la angustia y la melancolía,
o si prefería tener perros o hijos
o si quería abrazarme el tiempo que nos quedaba
por compartir.
Ésta última se la escribí con una caricia
pero él prefirió seguir con la guerra.
BLANCA VICTORIA DE LECEA. (Madrid, España, 1991). Perteneció al grupo literario Clepsidra. Ha aparecido en diversos fanzines digitales (Por Qué Tiemblan, Absurdo, Tea Herética o Descotazar), páginas web (Errr-magazine, New Spleen) y en los libros de antología poética El país de los poetas y Anónimos 2.3. Es Periodista Cultural para Drugstore Magazine y escribe en su blog personal. Actualmente, realiza el postgrado Estudios Artísticos, Literarios y de la Cultura en la UAM.
13 de enero de 2016
1991, autor invitado, España, Madrid, poesía