parece que la muerte se empeña en disfrazarse de vida y tapizar de perplejidad ese territorio inmenso en donde nos empequeñecemos besando secretos insanos
i.
He abortado una mentira.
Mi vientre,
confuso,
ha drenado litros de sangre.
Expulsado kilos de carne muerta.
Yo, muy pequeña,
con las mejillas
rojas ardiendo.
Los ojos redondos de no comprender.
He parido mi infancia
de muertos prematuros
por obligación.
Sin epidural.
Me he parido.
Estoy viva.
ii.
Me folla el silencio.
Me penetra.
No estás.
iii.
Me aparco en doble fila.
Y espero
Y espero
Espero.
Desespero conmigo.
Recuerdo mis muertos.
Mis vivos muertos.
Yo misma, muerta en
doble fila,
esperando un puto sitio
donde aparcar.
iv.
Nunca tengo suficiente.
No llego a los 30
y ya me compadezco de lo vieja que soy.
Fracasada y sin saber dónde ir.
Misógina porque soy mujer.
Como Emma Rouault.
Madame Bovary soy yo.
v.
Muerdo la almohada.
Estrujo las sábanas entre mis puños.
Cómo duele este puto placer.
Me haces daño. Te quiero.
vi.
Lejos.
Muy lejos.
Huyo de mí.
Y olvidarme.
Borro los cadáveres que descansan
en las cunetas sombrías de mis curvas.
vii.
Me pinto los labios y sonrío.
Abro las piernas.
Te invito a que me folles
con la cabeza aplastada
entre tus manos y el mármol de la encimera.
Finjo un orgasmo brutal.
Soy Leopoldo María Panero
haciéndole el boca a boca
a su madre muerta.
***Tomados de Rouge (Amargord, 2013)
i.
“y tú y yo éramos indestructibles” (La habitación roja).
Hay cemento a mis pies,
y música,
alas para creer en el dios malnacido
que te murió. De repente.
Hay gritos,
y flores,
una sanguijuela en la garganta.
No lloro, me desangro.
Hay agua,
olas en el estómago,
un embudo de mármol en el diafragma.
Y me ahogo.
Estoy desnuda en el cementerio.
Despierta, joder, despierta.
ii.
Soy demasiado joven para escribir esquelas,
para husmear debajo de las tumbas que me congelan las manos.
Estoy muerta. Tengo frío.
iii.
Cero grados sobre la piel.
El silencio me susurra.
En la nuca, en el oído.
Siento su aliento y estoy perdida.
Le dejo hacer. Dejo que me penetre.
Y ya no es tan malo.
Pido más:
Más, por favor, más.
No hay calor en mi útero.
Ni carne en las entrañas.
Estoy tan vacía
como la nevera,
que me mato de hambre,
que me destruyo
para saber que sigo viva.
Soy la soledad
de una estación de servicio
con la cisterna rota.
iv.
Me duelen
los labios
desde que
besé
tu nombre
en una lápida.
v.
Recuerdo la falda tableada de lana gris, el uniforme de colegio religioso.
Los pecados.
A la gula, la avaricia y la envidia, las mató la lujuria.
Y la culpa.
Una falda gris cubre mi vientre de niña.
Unas bragas blancas
Y baratas. De algodón.
contienen mis tobillos.
Y la culpa está helada.
Y tiemblo.
Husmeo tu tumba porque no soporto este frío.
La maldita ausencia azul insertada en mis clavículas.
La nada.
***Inéditos
PILAR CÁMARA. (Madrid, España, 1982). Madrileña con la certeza de que el porno es poesía. Tan cursi como un tutú de cuchillas de afeitar, vive en Revolutionary Road y escribe en rebeldía, porque escupir es de mala educación. Ha escrito Rouge, publicado por Amargord, y edita en Murray Magazine.
07 de julio de 2015
1982, autor invitado, España, Madrid, poesía