se acercan tropeles de dioses infames desgarrando la oscura intimidad de la noche con su introspección y su aroma a turbulencia
[LUIS PEDRO VILLAGRÁN]
abro el libro
con cautela
con miedo a encontrar las páginas
bañadas en sangre de balas
y la anáfora de moda
que los de ahora consideran poesía
siento que ya nada me sorprende
todo suena a lo mismo
tanto tiempo escribiendo
como si hubiera encontrado mi horizonte
ese límite aparente
ella no conoce mis dolores
pero adorna con apoyaturas la palabra
esto es bueno, pienso
lo que Vania no sabe
es que me ha renovado en la poesía
definitivamente
vos no entendés la poesía
esta viene tan de repente
y te abraza y te ultraja
te deja en un rincón
medio desnudo
masturbando las palabras
que no imaginaste decir
luego viene el orgasmo
y la culpa
para renovarme
me convertiste en planta
de esas que te gustan
porque te dan paz y alegría
yo nomás soy feliz dándote frutos
esparciendo semillas
sanando mis raíces
ofreciéndote sonrisas
sos baba de caracol para las definiciones
que ya había considerado muertas
porque yo pensaba que vos eras mi espejo
y quería que entendieras mis pasos chuecos
y mis miedos
por eso te los puse en las manos
ahora me los tirás todos en la cara
a vos te destruye mi poesía
a mí me destruyen tus palabras
en cualquier momento
descubrirá
en su soledad
en sus domingos filosóficos
cuando desee un cuerpo
cuando sienta frío
al escuchar un verso
al leer poesía
que me he ido
finalmente
con toda la decisión
del mundo
yo ya tenía tiempo de no tener nada
mi soledad es la misma
que cuando te cantaba canciones mientras dormías
siempre quise ser el amante
el que puede con todo
el que destruye las torres
y carga con el plomo
y ahí me ves
aquí me ves ahora
mártir e idiota
***Tomados de Plenilunio
TURBACIONES
I
Mario me habla como a otro de su mismo tipo
me cuenta de sus mujeres
dice que son nueve
sonrío
recuerdo que hace años compartimos una
luego siento deseos de acotar algo
pero no puedo
lo quiero tanto
es tan buena persona
un amigo tan devoto
dice que me admira
y yo confío en él
procedo a silenciarme por miedo
Mario, ojalá pudiera hablarte como me hablás a mí
sin prever una pérdida dolorosa
a veces prefiero el daño de mi palabra clausurada
II
Ana me recibe en su casa
con una sonrisa entrañable
desde hace algunos meses
se ha convertido en mi confidente
y he lavado mi espíritu en el suyo
tan alegre siempre, tan vivo
me pregunto cuánto tiempo nos queda
cuánto tiempo más nos dará la vida
“el suficiente”, pienso, fingiendo fortaleza
cada vez que salgo del refugio que he construido con ella
imagino no tenerla
me torturo durante severos e inexorables minutos
al llegar a casa abro sus libros
leo algunos versos
y solo así encuentro paz
solo así aseguro que no la perderé nunca
III
ya no hay nada por qué luchar
antes me interesaba hacerte conversación,
saber qué pensabas del aborto, de las drogas, del sexo sin protección
ahora no hay nada que logre que me quede sentado
frente a vos
intentando descubrirte
IV
Cargo un peso a cuestas
mientras cruzo la calle.
No, nadie más lo ve, ni yo mismo puedo verlo,
pero me pesa en la espalda.
Espero, algún día,
arrancarme esta carga
y dejarla olvidada, por ahí,
entre un charco de sangre.
Por el momento, cargo un peso a cuestas
mientras escribo estos versos.
No digan nada, que nadie más lo sabe,
pero ahora, me pesa en el pecho.
Ya va llegando el día en que logre liberarme,
y me quede olvidado, por ahí,
entre un charco de sangre
y, en la mano, mi corazón aún palpitante…
V
A veces llevamos con orgullo historias
que nomás son navajas nuevas
con filo nuevo
para mi pierna derecha
que no cabe ya en un pantalón talla 32
y que ya no permite
ni siquiera
esa pequeña brisa de alegría
que representa
llevar a cuestas un muñeco de madera
VI
hay manos que son, nada más
que aruñan la espalda
que golpean
que ahorcan – que masturban
que se entrometen con la piel
que acusan
que roban el cuerpo
que amasan la carne
que obligan
que empujan o jalan – que lastiman
otras
escriben poesía en círculos
alrededor de mi ombligo
rescatan
VII
ahora que ha pasado el tiempo
ahora que me he convertido
en prístina cortina
vienes tú
viento
a recordarme el latido del pecho
por el cual viví y morí tantas veces
VIII
me costó reconocerte
detrás de la memoria idealizada
fui feliz tantas veces
después de abandonar la crisis
a la que me había predispuesto
yo había construido
otra persona
que obviamente no eras vos
y ahí vas tú con él
y yo duermo al lado del amor
que no tuvo nunca tu forma
IX
Querido M.:
te escribo nomás
para recordarte que
las palabras
en el papel
no son silencio
X
, aunque debo admitir que constantemente me persiguen. Me he vuelto frágil y, por tanto, despiadado. Horado minuto a minuto en mi conciencia para encontrar las mejores excusas, los mejores pretextos: en fin, consuelo. Consuelo en el papel en blanco, siempre tan dispuesto a recibir mis circunspecciones. Entonces comienzo, sin intención alguna, y escribo:
hay dolores viejos
viejas heridas
las conozco
llevan sus nombres
me preguntan por vos
XI
, pero todo comenzó por los ojos. Ese tono grave en la mirada; mirada perdida la tuya, ahora en mí. Yo me había adueñado de ella – de la mirada, digo. O eso quise creer, porque dolía. Dolían tus ojos insertos en los míos, y el reflejo del que yo era dueño, que ahora nomás era una fotografía viva de vos. Así había comenzado esta mutación.
Yo guardé sus mejores gestos, sus movimientos más característicos, el recuerdo de su voz, la forma esa de acariciar, tan liviana. También guardé algunas palabras aún no escritas, aún no dichas, nomás para tener algo que fuese mío. Y comencé a repasar cada uno de estos gestos, movimientos, palabras…Y los volví míos. Yo no me di cuenta cuando todo esto comenzó, pero me han dicho muchas veces que todo comenzó por los ojos.
Fue un grito de auxilio ese instante cuando se adhirió a mí su manera tan ligera de hablar. Nomás decir sin medida, y ser una frecuencia constante, un movimiento en el aire, roto, carcomido. Ah, que no me había dado cuenta, me decís… Claro que no; yo hubiese dado mi vida completa por no ser esta abominación. Pulcra abominación en que me he convertido. Mirá mis manos: mis dedos se han alargado; el pulgar, finamente redondeado en la punta, con un pequeño hoyuelo como el que vos tenías.
¿Sabés algo? Me molesta un poco este resultado. Es que de verdad he devenido en una copia tan triste de vos, que ya sos tan triste de verdad. ¿Pero vos dónde estás? ¿En
dónde te has escondido? Parece que te decidiste ocultar en mí, y que es por eso que de pronto, súbitamente, se rompe mi carne para que broten tus escamas. Mi piel rota me recuerda a ese que fui, que también era triste. Tan triste como vos.
(Me gusta acariciar mi pelo ahora que crece.)
Te insertaste en mi cuerpo: has tomado posesión de mí: ahora soy vos, y vos ya no estás. Me muevo como vos. Camino como vos. Me veo en el espejo y yo soy vos. Yo era yo, pero ya no soy más yo, sino… – me gusta pensar que viene algo sublime a continuación, un momento avasallador, el culmen perfecto, la eyaculación…-, sino algo así como:
***Textos inéditos
28 de noviembre de 2013
1988, Guatemala Ciudad, poesía, prosa
28 de noviembre de 2013
Saber manejar lo agridulce de las emocioneses tan lindo en vos.