un hálito glandular permanece a manera de excelsa alfombra luego de que el último golpe del sol haya reventado en el pórtico del orfeón replicante
[MAURICE ECHEVERRÍA]
BAR
Es esa frontera, eso insalvable
en los pliegues,
en las cavernas,
en los sitios extenuados
de la sola nostalgia.
Hoy es la cansada carne y su fisura,
la proporción hechizada de la noche,
la abundancia negra de mis dientes.
Cansado de robarle las uñas a la nada,
veo las manzanas rotas,
veo lo blanco y lo oscuro,
veo quieto otro minuto amarillo.
Ya lo demás es una gaseosa
de significantes,
una imprecisión
que se derrumba antes,
a la hora tremenda del hielo.
Yo, penumbra pobre,
compruebo el gemido,
el veneno estruendoso
de mi dicha de vidrio.
Caballos rojos golpean
el cuerpo del bar,
la substancia quizá de este delirio.
Hoy un perro negro me aguarda
a la salida del suelo,
y los recipientes de luna
ya vienen heridos, ya lastimadas
las conchas negras
de alcohol aproximado.
Compruebo mi bautizado dolor
de pies innumerables.
No quiero excavar más
en el fango de esa foto,
en la encía de los meseros pornográficos,
en otro bigote de baladas vomitadas.
Me gustaría mostrar mi piedra,
hoy parda piedra aprisionada
en la clara garganta del vaso.
Pero esta luz inaudible
de besos pisoteados
obscurece el sentido de esta noche,
su definición verdadera,
mientras sin duda alguien tose,
atrás tose otro estremecido,
y otro niño lento escoge su muerte.
(De Encierro y digavación en tres espacios y un anexo, 2001)
NO QUIERO
Oh,
Gran Gusano Kamikaze,
luz estallando
en la avenida,
danos tu forma
de pasar de este milímetro
al siguiente
porque
he sido el obrero sin ganas,
el poeta cuyos dientes
se derriten
sobre la mesa,
absolutamente la inercia,
que calienta
mil ventanas sin corazón.
Esta fatiga, estos siglos.
La ciudad hipertrofiada
como un pie gigante.
A lo lejos destellan
los mareros muertos.
Somos la bartolina
& el efecto del miedo
en la progenitora.
Solo tú sabes este noquiero,
esta larga uña desértica,
esta rata, este intestino.
(De Plegarias Mutantes, 2008)
TRAJES
Cuántos trajes me he probado ya.
Me he probado ya infinidad de trajes.
Hay trajes negros,
hay enormes trajes blancos,
hay trajes víctimas,
hay trajes asesinos,
los hay cubiertos de confitura,
los hay perfumados,
están los teológicos,
los ululantes,
los muy primitivos,
los cubiertos de llagas,
están los viejos trajes que nadie usa,
y los que todo el mundo usa todo el tiempo,
están los trajes estatales,
y los manchados de sangre de cordero,
los trajes de cristal,
los teóricos trajes,
los paranoicos,
los trajes querellantes,
los budistas trajes,
los drogados trajes,
los trajes de poeta,
hasta los trajes desnudos.
Todos esos me los he probado ya.
Me los he probado todos.
Todos menos uno.
(De Setenta y dos ángeles tullidos, 2008)
HE VISTO, COMO EN UNA VISIÓN MÍSTICA
He visto,
como en una visión mística,
todas las partes de mi padre:
sus paranoias,
sus aguardientes,
sus paredes,
sus trapos,
sus cuarenta cerebros,
sus pañuelos,
sus rasuradoras,
y su madre loca
diciéndole,
frente al ataúd
irrevocable:
“Por tu culpa,
ha muerto tu padre”.
(De Los poemas de Saffron Lane, 2008)
ME ESCONDO EN UN PERRO
Me escondo en un perro
porque no sé a dónde ir.
Me oculta su hígado
esperando la noche.
No soy el único.
Adentro del animal,
otros viven como yo.
Los veo subir las escaleras,
salir y entrar de los cuartos,
con los ojos como vacíos.
También a ellos los están buscando.
Y tampoco tienen uñas,
porque han rascado demasiado.
Comen pescados viejos,
o restos de basura,
y labios a veces.
Juegan interminables partidas de póquer.
Beben un ron amarillo.
De vez en cuando,
uno de ellos se desespera,
y decide volver al mundo,
es decir salir del perro.
Nosotros dejamos
que se vaya;
tarde o temprano,
todos terminaremos
haciendo lo mismo.
(De La oreja en tu mano, 2009)
AL NOROESTE DE NUESTRA CAMA
Al noroeste de nuestra cama
la guerra aún sigue en pie.
El resto del país
ha dejado a un lado las armas,
pero falta resolver
ese viejo conflicto genealógico
que perdura
al noroeste de nuestra cama.
Se trata de una región
dura y rugosa,
en donde hombres y mujeres
sólo se entienden a balazos.
Los acuerdos provisionales
se enfangan siempre
en oscuras apelaciones,
y, para mientras,
son cientos de miles
los que han perdido ya
la vida en esta geografía tan salvaje.
¿Por qué luchan?
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Independencia.
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Patria.
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Revolución.
A lo mejor lo hacen en nombre
de la Corona.
A lo mejor lo hacen en nombre
del Más Allá.
Es todo un misterio.
Pero así están las cosas
al noroeste de nuestra cama,
y por cierto,
creo que ya va siendo hora
de cambiar las sábanas.
(De 177, 2010)
LOS MÚSICOS
He tocado en ciertas noches
memorables el ala rota de los músicos.
He concluido que en el corazón de un músico
hay un ojo pavorosamente abierto,
que sólo sabe distinguir lo blando y lo inútil de la vida.
No hay otra leucemia, ni más blanca,
que la leucemia de alguien
que corta con su voz acuchillada
el último sentido de las cosas.
Y yo lo escucho. Y él me escucha, suavemente.
Y canta y busca los pedazos de su brazo,
y nada encuentra, salvo vacío y las botellas.
Se puede decir que tanto el músico como yo
hemos fracasado bastante,
y por eso más que nada es que nos entendemos.
Yo tampoco tengo brazo;
yo no construyo calles; yo no tengo hijos.
Sobre la terraza, escucho a esos músicos tocar,
a la hora en que los helicópteros no producen tristeza.
(De Pana no existe, 2010)
LA PÁGINA EN BLANCO
Estás buscando
atajos cósmicos
pero en la vida
no hay atajos.
Estás confeccionando estrategias,
puliendo tus mejores espadas,
pero el ser es inmune
a cualquier filo, y no sangra.
Así que quieto. No te muevas.
No pretendas. No des un paso.
Que algo más sabio
que tú te muestre
la durísima lección.
Porque tu sola voluntad
no basta para hacer brillar
este minuto más que los otros,
y lo quieras o no,
tú también estás en la fila.
En un mundo divino,
en una divina ciudad,
ángeles y aves
riñen para no verte.
Te voy a dar
un consejo:
aléjate de las esquinas
de tu corazón,
de los vientres
que decoran
las paredes
de tu órgano lívido.
Y mientras puedas,
mi gota de odio,
mi pequeñísima gota de odio,
ve y revienta
en el único cráneo del olvido.
Y así sabrás de qué está hecha
una página en blanco.
(De Zona 3, obra en progreso)
PUERTAS ABIERTAS Y CUARTOS VACÍOS
Y adentro de cada cuarto un caballo
pidiendo alguna clase de plegaria, una niña,
y alguien filmándola, y aún hoy esa sensación
de haberte visto viendo algo por la ventana.
Puertas abiertas y cuartos vacíos,
en donde a veces nos hicimos la vida imposible,
y nos enteramos de nuestras mutuas miserias,
y ocurrió –y es como si ocurriera ahora mismo–
el milagro de la nada, con sus efectos kármicos umbilicales,
alterando los planos y subplanos y los muy pequeños planos.
Cuartos vacíos, con bombillos de sangre,
cuartos vacíos en donde crecen los edificios pudriéndose,
más solos por dentro que nunca, y un caballo pide a gritos un tiro,
y te recuerdo topándote con la esquina bella de un mueble,
salvo que ya se ha acabado la era de los muebles,
sólo queda un caballo, una niña, aviones muertos, una laptop.
Te recuerdo como inútil viendo algo por la ventana,
como alguna clase de paciente amoratada,
siempre te recordaré en esa luz que lloraba por ti,
mientras tú reías, apelando a todas las toxicidades
de la felicidad, sin incordios, lo mismo loca que santa,
difusa a la hora en que los aeropuertos sueltan
su aullido esencial, y te busco en el cuarto,
en donde sólo hay un caballo, una niña, una laptop,
un bombillo herido por donde gotea la sangre
astrológica de los tiempos vacíos de los cuartos vacíos.
Hay cosas ocurriendo en el departamento
ahora que no estás, cosas que tienen que ver con el óxido,
cosas que tienen que ver con los viejos archivos metálicos
en donde han quedado los bebés que nunca tendremos,
cosas que tienen que ver con lo posible y lo imposible
y con un caballo y con un tórax de donde salen
pequeños líquidos viejos y allí están todas esas presencias
envueltas en bolsas de nailon, y a la vez nada,
ni siquiera una niña, ni siquiera una laptop, ni siquiera un bombillo
anunciando el fin de la era de los muebles,
ni siquiera un nombre destejiéndose en la madrugada,
ni siquiera vos viendo los aviones ocres, por la diminuta ventana.
(De La glándula infinita, obra en progreso)
¿NO VES LO INSENSATO QUE ES SALIR HOY POR LA NOCHE?
¿No ves lo insensato que es salir hoy por la noche?
¿No entiendes que hay un pie gigante allá afuera,
que espera, es gigante, y aplastará?
No voy a salir, no voy a ir como un ciego
a esos lugares tocando cosas tibias
y viscosas, o arriesgarme a que desconocidos
me susurren adioses, me den múltiples
rosas envenenadas. He visto ya los once
mil pavimentos, y allá en el puerto no hay nada
para mí salvo muerte, un accidente feroz.
Conozco sí lo nocturno, la nación condenada
llamada noche. Así que no me vas a convencer.
Nadie está a salvo. Tú misma no estás a salvo.
Resbalarás en un cerebro y quedarás paralítica.
Alguna serpiente misteriosa te roerá los intestinos.
Te caerá del cielo un satélite oxidado.
No me contradigas. Yo sé de estas cosas.
Desconfía de la gente: licántropos, bestias.
Oh, te darán perfumes: torcerán tus pensamientos
por medio de toda clase de visiones boreales:
pero tu sangre será donada a faraones malditos.
Lanzarán tu cuerpo desde un helicóptero a las calles excoriadas.
¿No ves lo insensato que es salir hoy por la noche?
(De Los falsos millonarios, 2010)
22 de julio de 2013
1976, Guatemala Ciudad, poesía
08 de agosto de 2013
Excelente. Sin duda planeo conseguir un libro de este poeta. He leído sus columnas en el periódico y escuchar sobre el , pero primer vez que pude apreciar su trabajo.