la sensatez es un abanico que linda con la sensación de que cada cosa está en su sitio a pesar del desorden: en lo alto de las ramas
TANQUE LLENO, PLIS
Ayer te dije que me marca vacío el tanque de la pasión. Y claro, creíste que hablaba de sexo. La puse fácil. Y no. Sí, necesito rellenar los cartuchos de pasión, pero me refiero a esos acelerones de vida que me marcaban tarjeta a diario. Esas ganas de correr más que los demás, de irme a la cama con tanta euforia que no podía mantener los ojos cerrados. Ese ver al techo con la luz apagada -para no despertar a los que duermen- mientras en la cabeza se ordena y se desordena el mundo tres veces en una noche. Esa fuerza. Esa de conversar en chorro, mareando al interlocutor, solo para que la boca le lleve el ritmo a las ideas. La misma que nos hace empujar el mundo para colocarlo en ese rincón en que se ve bonito. Y luego, una semana después, empujarlo de nuevo porque siempre no nos gustaba tanto. De esa quiero. Si te sobra, porque sé que la tenés, mandáme un poco.
EXPERIMENTO —Y TE CULPO—
Habitantes de una ciudad, árboles.
Verdes las copas, savia (sangre) fluyendo.
Viento —No. Miedo— Tiemblan las hojas.
Metal en la garganta, lágrimas carmesí surco abajo.
Y a pesar del río sanguíneo —confusión— sólo el verde.
Realidad, ninguna. Verde y hoja, todo lo que ves.
#BABEL
Apagar la luz y centrarse en la brillante luz del monitor. Como en las muchas noches, de los muchos días que suma al hilo desde hace un tiempo. Y es que para ella ha resultado más útil el monitor cuando busca su reflejo, que el mismo espejo. Los espejos no tienen esa dinámica. Son silenciosos. Y es ahí en donde todo se vuelve caos. Los silencios no le gustan tanto, porque su voz interior, borracha de monólogos comienza a desvariar. Afirma que el blanco es bueno, que el negro es malo y luego, cuando lo repite hasta el cansancio, el gris resultante se levanta como bruma y empaña su visión. El monitor no. Está lleno de una serie de voces -silenciosas- sin rostro. Gritan sus letras a cual más. Una Babel de esta era. No es posible pescar en el río del bullicio, una sola línea de pensamiento continuo. La dinámica es más divertida. Como esa línea de patos en las ferias y tú con el rifle, intentando atinarle a alguno en el movimiento de la faja. Algunos patos te sonríen. Otros, intentan tirarle a las escopetas —siempre hay de esos—. Y otros más, silenciosos, observan con sus ojitos, ansiando que les des un tiro. Porque así notarían que los ves. Que no pasaron de largo, sin importar. Y allá está ella: apuntando a los patos. El ejercicio ayuda a no escarbar profundidades y así, pues duele menos todo. Pasan las horas, pasan los patos. Y ella, tirando aleatoriamente. Por diversión.
ETERNA PRIMAVERA
Vivo en esta tierra de árboles. Árboles de copas verdes, frondosas. En cuyo interior fluye savia roja. El viento acá, no es tal. Es miedo, que sopla fuerte entre las ramas. Un país en el que el sabor metálico de la sangre se atora en la garganta y encuentra su salida por los lagrimales. Y aún así, seguimos presumiendo de ver siempre el verde de las hojas. Solo el verde de las hojas.
EL VACÍO EN LAS PALABRAS
De esos días en que las palabras pierden su brillo. No hay reflejo. Las canciones, música sin letra. Porque las palabras de pronto no dicen nada. Manuscritos sin eco. Para ojos sordos. Como los míos. Días así. En otros soles y otras lunas, las palabras son barca y alas. Olas. Para viajar y escapar. Para escapar y llegar. En esas, me visto de palabras, con traje de gala y me voy a bailar la vida. Como se debe. Pero desde la torre sin palabras, no. No se baila. Las palabras desfilan sin voz. No contienen. Como frascos sin tapa, llenos de nada. Días así, como hoy.
DE CITA CON UN FINAL
A las puertas del fin, el tiempo hace una parada obligada.
Se detiene apenas en el borde, temeroso.
Las horas aguantan la respiración, temerosas de acercar el abismo.
De despeñarse en la nada.
El ejercicio de detener el mundo en el último instante es inútil y desgastante.
El fin siempre sabe en dónde encontrarnos.
DEL AMOR Y OTROS MOÑOS
Te quiero y no. Me quieres y no. En tus brazos soy y luego, ahí mismo, dejo de ser. En romántica escalera de mármol, se sube al cielo y al minuto, caída libre y sin red. Golpe seco. Amor y desamor en un parpadeo. Es que el amor es así, dicen los boleros. Si hoy dejé de amarte, cabe la posibilidad de que mañana mismo te esté amando a todo motor. Y toca celebrarlo, dicen. Con moños y papeles rojos. Con globos de aire. Del mismo aire que rellena y sobredimensiona realidades. Porque nos gusta la fiesta. Lo que cuenta no es la fecha marcada en el calendario. Cuentan los días al hilo, las noches de dos. Cuenta el espejo en tu mirada. Las ganas de seguir. No cuenta más. Dicen también.
27 de junio de 20111969, Guatemala Ciudad, poesía, prosa
04 de julio de 2011
su publicacieon en oytramerica
http://otramerica.com/blogs-destacados/la-promesa-de-la-literatura/160