Te Prometo Anarquía

no hay camino de vuelta a bordo de la nave de los locos; desde aquí la realidad me exige fe poética y antiinflamatorios

 

[ALFONSO HUERTA]

 
 
I

UTOPÍA DE UN HOMBRE QUE ESTÁ CANSADO (dizque tributo a Borges)

Por fin he llegado. Es una de esas casas antañonas del centro cuya centricidad no les rescata del abandono ni les niega el escondite. Me produce una grata sorpresa el que la casa carezca de timbre y que el salitre se acumule de forma tan generosa. Toco la puerta y nadie responde, repito la operación y somato la aldaba con gran fuerza. Momentos después se oye el dificultoso correr de un, supongo, cerrojo oxidado.

Empujo la puerta que rechina como gato despechado. El señor me saluda y camina hacia su estudio. Las hojas del patio han sido arrojadas por el viento a cada rincón de la casa y su crujido me toma por sorpresa.

―Se está muy solo por acá ―le digo yo.
―Siempre he sido clandestino, ahora soy marginal ―me responde el hombre mientras entramos a su estudio.
―¿Me mandó a llamar?
―Sí, vos querías verme ―me responde.

Hurgo los rimeros de libros desparramados en toda la habitación; parece leer mi pensamiento, comenta: ¿Te sorprenden mis ediciones clandestinas, verdad? En ese tiempo no pude conseguir de otras. Supongo que son más bonitas ahora. Se reclina sobre el asiento y parece satisfecho de mi desconcierto.

―Los íconos socialistas son en mí un fetiche incorporado a mi compulsión consumista ―le contesté, mientras me apoyaba en el escritorio.
―Decís bien. ¿En qué pensás ahora? ―me pregunta, haciéndome, de nuevo, blanco de su atención.
―Pues que en realidad no sé qué vine a hacer acá.
―Yo lo sé ―replica―, viniste a consolarte por no haber podido participar en la lucha, supongo que mi pobreza te resulta reconfortante.
―Usted no es tan pobre, de hecho creo que he venido a intentar robarle algo.
―¿Qué podrá ser?
―No lo sé con precisión ―le respondo―; dignidad, ingenuidad. No sé. Es que nada me conmueve. He sido instruido sobre todo y no me importa nada.
―Te arrimás a mal árbol. Carezco de ambas. Las puse al servicio de la codicia y se malograron.
―¿Tiene algo para heredarme?
―No lo sé ―me responde―, no soy bueno para las herencias. Quise dejarte un mundo mejor y no puede legarte ni las intenciones.
―Herédeme el desencanto.
―No puedo ayudarte. Para eso tendrías que haber sido hechizado. ¿Para qué lo querés, además?
―No lo sé, supongo que me gusta creer que tengo espíritu aventurero y me molesta esta sensación de sentir que mi vida transita como sobre rieles.
―En todo caso tenés que llegar por vos mismo. Lamento tener que despedirte pero es la hora del café y es mi momento de mayor intimidad.
―Pierda cuidado ―le dije―, vine por mí y me voy por mí mismo.
―Saludos a tu mamá ―se despide.
―Como siempre. Nos vemos, papá.

II

SOLO LOGRO CONCEBIR LA MUERTE

Solo logro concebir la muerte
cuando imagino:
una risa que se diluye en ecos decrecientes;
un abrazo que se escurre al primer roce;
un perro que olfatea su correa de paseo en espera de su amo;
un bus que se aleja dejándome con la maleta en la mano.
Solo entonces me aflijo y te llamo
por cada nombre y apellido
y la falta de respuesta me hace entender
que vos y yo
somos un pasado que no puede repetirse
y solo entonces logro concebir la muerte
y la enorme severidad
de la marcha irreversible del tiempo.

III

3:27

En el hospital casi a las 3:30
hasta el dolor ofrece una tregua,
los borrachos han dejado de beber
a eso de la 1:30.
Solo las parturientas
y los enfermos críticos
no conocen de horario.
Pero igual se corren las cortinas
y sobre cada una de ellas
hay una película de solemnidad y cansancio
donde se resbala la esperanza
de solucionar algo esta noche.
Escondiendo:
Aquella mujer consumida por los nervios,
que se arriesga a ocluir su fertilidad
a escondidas de su esposo.
Aquel fracturado
Que medita en silencio el valor de su coraje
mientras espera su turno en el quirófano.
Está el pariente
que regatea los gastos del sepelio
(esa muerte
que termina de perforar la ulcera de su bolsillo).
Y está también
la caravana que escolta al asesinado
todos los aspavientos de su inútil esperanza
(porque fue un su solo cuchillazo, sí,
casi sin ganas, pero preciso,
ya se ve, acá no se mata con odio,
simplemente,
no importa la vida).
pero el muerto trae ya
el rigor, el color, la temperatura hepática,
hay que seguir
el protocolo de los muertos.
En un escritorio arrinconado
hay un practicante
que estudia en el primer momento libre de la noche.
La tragedia no debería volverse una rutina.
Tiene que haber una forma de distanciamiento.
Algo mejor que este tibio ejercicio de catarsis.
Aunque eso nos puede volver cínicos.
Dije nos.

IV

Si un lejano día de tedio
yo decidiera, por ejemplo,
arrastrar un poco de asfalto y éxtasis al precipicio
o tiznar con un poco de pólvora
al epicentro de mis fugas,
entonces, probablemente,
el dios que había olvidado
me pida justificar ese último acto de egoísmo.
Entonces respondería:
“Señor, puedo decirle
que nadie como yo
supo meter tanta soledad en este hacinamiento.
Que mi iglesia era un club social con imaginación mística.
Que no conocí el canto de sus ángeles
para saber con qué tono afinar mi esperanza.
Que me vendí muy tarde en este universo prostituido.”
Después de esto, solo quedaría el silencio y la condena y
(aunque los beneficios de la sabiduría
posean escasas posibilidades de retroactividad)
esta pequeña pero irreductible llama de rebeldía
que me haría erguirme y preguntar
si puede Él, ahora, justificar mi existencia.

 
V

MI PAÍS ES UN CARNAVAL MELANCÓLICO

Demasiado temprano escupí en los lugares
que la plebe consagra para la reverencia.
Y entre la multitud yo era como el perro
que ofende con su sarna y su fornicación
y su ladrido inoportuno, en medio
del rito y la importante ceremonia.
Rosario Castellanos, Monólogo de la extranjera



Mi país es un carnaval melancólico
que ofrece módicas tentaciones
como incurrir en la política
y trazar el camino más corto a la desilusión;
o ser un consumidor responsable
y comprar tan solo a abusadores tiranizados;
o un ecologista
que reforesta le leña y la pastura del mañana;
o un visionario
que le invente identidad a esta miniatura fragmentada;
o un poeta inoportuno
que habla de náusea a un pueblo muerto de hambre.
Pero he dejado ya de aspirar a tan altos simulacros.
El tercer mundo ha dejado una impronta indeleble
en mi perspectiva epistemológica.
Ahora soy solo un intento
de vanguardista del subdesarrollo.

VI

Poetas:

Tribu endogámica que se encierra en sus libros a lamentarse de su soledad. En su idiotizante erudición se han sumergido en una etapa mágica en la que se creen provistos de una sensibilidad divina que les exime de todo deber. Son buenos artesanos y sobresalen en la elaboración de giros lingüístico y en el pulimiento de ilusiones que trabajan hasta volverlas indeseables. De distribución mundial, carecen de territorio propio pero se les puede reconocer en las grandes ciudades porque dan la espalda mientras esperan el aplauso

21 de mayo de 2009
1984, poesía, prosa, Retalhuleu

5 intervenciones en “no hay camino de vuelta a bordo de la nave de los locos; desde aquí la realidad me exige fe poética y antiinflamatorios”

  1. Lester Oliveros dice:

    Veo los autos ir y venir, los aviones que pasan sobre mi cabeza dejando líneas de cocaina, veo tractores abrir caminos y mototaxis llevar mujeres envueltas en hiervabuena, veo rotulos, oigo sonidos industriales, un dj infernal trata de mezclar el desasociego.

    Es increible el primer cuento, hay que matar al padre mi hermano…jajja, leete a Rulfo.

  2. Alfonso dice:

    ¿Qué onda Lester? Rulfo y Luis de Lión, leídos y releidos. Mi vida es un paseo en tuc tuc

  3. Prado dice:

    faltó aquél navideño. estaba chilero. órale.

  4. Lester Oliveros dice:

    Como decimos en Guate: haber cuendo llego por allá y platicamos, saludos y seguí, no mires para atrás, el pasado es un demonio bromista.

  5. Alfonso dice:

    Uh, el navideño solo se da en temporada vos.

    Lester: Fijos aunque a como están de desastrosas las dos veintiúnicas carreteras a guate no se para cuándo viaje yo para allá :P. Ah, y no tengo un demonio por pasado, es solo que mi memoria es más bien un déjá vu

¿algo qué decir?