…y él, asido al viento, habló así: veo lo que dices y escucho lo que veo, la presición humedece mi cerebro y las puertas siempre están abiertas
EL ESCRITOR (I)
Le decimos Don Maquito, dijo una señora, y se encarga de limpiar la playa del hotel todas las mañanas desde hace cuatro años. Es una pena, no está muy bien de la cabeza, trabajaba en el gobierno antes, en oficina y todo pero el hombre un día renunció y pidió trabajo en el hotel, pidió hacer precisamente esto, limpiar la playa. Pobrecito. ¡Qué poca aspiración tiene en la vida!
Me llamo Marco, dijo él, me encargo de limpiar la playa todas las mañanas desde hace cuatro años. No me pagan mucho pero me alcanza para sobrevivir. ¿Le cuento un secreto? A mí lo que me gusta es escribir, por eso busqué este trabajo. Mientras recojo lo que el mar arroja estoy pensando en cómo continuar mi libro y apunto las ideas en esta libreta. Cuando lo termine me voy de la isla, ya contacté una editorial… ¿se imagina?, hasta voy a conocer a otros escritores. Pero estoy bloqueado y no sé cómo terminarlo…
Ya sé cómo acabar el libro, dijo él.
Repetía su declaración una y otra vez para no cometer errores cuando escuchó que alguien tocaba a la puerta y vio cómo un papel era deslizado por debajo de ella. Mira el reloj, las dos de la mañana.
Se puso de pie rápido y adormilado dispuesto a explicar su situación pero lo único que vio fue negro. Ya era de noche y todas las luces estaban apagadas. Habló pero no obtuvo respuesta, le extrañó el olor repentino a polvo y encerrado. Recordó que llevaba un mechero en el bolsillo del pantalón y con su ayuda recorrió el salón en dirección a la cocina para buscar unas velas. Se sorprendió al descubrir a su paso que todos los muebles estaban tapados con sábanas blancas, no recordaba ese detalle. Al llegar a la cocina dio un salto atrás al ver que los vasos no estaban sobre el fregadero y todo parecía abandonado y sucio. Entonces escuchó voces al fondo de la casa.
Empezó a caminar lentamente en dirección de las voces y al cruzar hacia el pasillo que conducía a las habitaciones del fondo las voces callaron y el mechero se apagó. Intentó encenderlo de nuevo pero fue imposible. En total oscuridad y silencio le invadió la ansiedad y el temor. No pudo más y empezó a gritar. Entonces una luz se encendió.
16 de abril de 20091978, España, fotografía, Guatemala Ciudad, Madrid, narrativa, sin ctrl
24 de abril de 2009
Se queda uno picado con el Intruso y La Traición 😉