dividiendo entre cero la sensibilidad: un producto de inflexiones reflexivas
[WILIAN AJANEL]
pero ellos mismos vuelven y piden reto, abofeteando mi falso intelecto
¡Ven aquí!, dicen ellos, alborotados cual burbujas hirviendo en la olla
Intento el silencio pero ya es tarde
Después de un par de golpes y un leve forcejeo
también intento mi tímida huída, ¡qué cobarde!
Déjame en paz, ya no quiero verte
digo a mi mente y trato de dormir
Pocas horas de sueño y otra vez a sufrir
las páginas, el dinero, el trabajo, los sueños y la lucha
En poco se convierten las penas
cuando mi enemigo es sólo uno
Ya no quiero ser más débil
tampoco quiero ser un héroe
Sólo quiero la paz, ¡qué difícil mi campaña!
Intento una vez más el silencio, esperaré hasta mañana…
AL RESCATE DEL NERÓN
El pobre niño asustado despertó de pronto en una noche cálida, con el sudor en la frente y las manos frías. ¡Pero si yo ya había llegado aquí!, era el reclamo del infante posando su cabeza nuevamente sobre la almohada y cerrando duro sus ojos (creyendo que con eso conciliaría el sueño más rápido).
Entre el sonido de portazos y uno que otro chucho ladrando a las 3:15 de la madrugada, el pobre no podía volver a dormir. Una vuelta, dos vueltas, y el calor de las chamarras se hacía insoportable.
Luego de una lucha prolongada, quizá una hora y media intentando retomar ese sueño perdido que se la había ido entre los dedos, logró de pronto situarse en esa callecita de tierra la cual había recorrido anteriormente cuando su sueño “se cortó”.
¡Ahí está mi animalito!, exclamó el niño mientras corría acercándose a los trigales que cambiaban de color, de dorado a amarillo y de amarillo a naranja. ¡Esperáte! ¡Esperáte! Gritaba mientras el chucho seguía corriendo y veía cómo se alejaban de la callecita de tierra. Cansado de tanto correr se detuvo por un momento y respiró: ¡Ay, qué frío está el aire!, se quejaba el pequeño. Sintió cómo de pronto el polvo y la resequedad se comían su garganta. Al levantar la vista volvió a decir: ¡Pero si yo ya había llegado aquí! Y enfadado volvió a buscar a su animalito.
Bueno, yo sólo te aconsejo que te regresés porque ya se está poniendo oscuro, además, los animalitos regresan solos…
¿No lo encontrás verdad?
No te asustés, sé que estás buscando al Nerón…
Pues sí, lo estoy buscando, pero no aparece.
Los perros son fáciles de encontrar, sólo hay un lugar al que debió haber ido…
¿Ah sí? ¿Y dónde queda ese lugar?
Te lo digo con una condición, que no le digás a nadie que me conocés…
Todo sea por encontrar al Nerón, tabueno, te lo prometo pues…
Bueno, conste que es un trato y no podés romperlo, si lo hacés algo malo te va a suceder… ¿Mirás aquel ciprés que está en ese montecito?
Sí, lo miro pues, el grandote ¿verdad? ¿El que tiene forma de viejito jorobado?
Ese mero, allí debajo, hay un hoyo algo grande, entrá y no te asustés porque hay luz y seguro allí está el Nerón…
Bueno, voy a ir entonces, pero no me estás mintiendo ¿verdad?
¿Por qué haría yo tal cosa como mentir? De todos modos es lo único que tenés hasta el momento, decidí si vas o no vas, yo debo seguir mi camino, mi familia me espera.
Tabueno pues, voy a probar pero conste que si no es cierto, le digo al tío Chus que te busquemos y directo a la olla…
Vaya hombrecillo tan desalmado, le ofrezco ayuda y él me ofrece la muerte… Como te digo, no tengo necesidad de mentirte. Ahora procedo a marcharme, un gusto conocerte patojo, así que con cuidado… Por cierto, me llamo Roberto Tac.
Bueno pues señor Tac, me voy corriendo que se me hace tarde… espero encontrarlo algún día…
Yo espero que no, porque si eso pasa es que algo hiciste mal…
¡Ah! ¿Como así señor don Tacuazín?
Ya te dije, mi nombre es Roberto, y espero que no te olvidés de lo que te dije respecto a haberme visto…
Sí señor, lo tengo presente… ¡adiós!
Con el pié sobre la carrera y la manita despidiendo, fue lo último que supo don Roberto Tac del patojo que buscaba a su chucho Nerón, al menos esa noche. Y apresurado en su destino el patojo tropezó en una raíz de sauce que salía de la vereda.
¡Ay! Que trompazo me metí… y estos zapatos shucos que no ayudan, todos destartalados los condenados… ¡Ay! ¡ay¡
No está bien confiar en cualquier animal que te habla en el monte… Podrías perderte o algo malo te podría pasar… te lo digo yo que vivo acá y conozco mucho de lugares…
(¿Y ahora qué hago?) Pues no sé señor pero debo ir a ese ciprés, que ya está oscuro…
Decí la verdad, hablaste con ese tacuazín mañoso, ¿verdad?
(Ya me cachó) ¿Y usted cómo sabe? ¿Conoce a don Roberto?
(¡Ja!, lo tengo) Claro que sí lo conozco, patojo. Conozco a todos los animales que merodean en esta aldea, principalmente a los mañosos, como don Roberto Tac.
De la que te libraste, ahora acompañame que yo sé dónde está el Nerón…
Lo sigue el niño, con mucha duda pero con la desesperación de encontrar al Nerón.
¡Ahí está!, ¡ahí está! ¿Ya lo vió?, ¿ya lo vió señor comadreja?S í, supongo que sí, pero disculpe que lo deje hablando solo, debo llegar rápido allá donde está ese ciprés… ¿Qué será eso?…
¿Pero por qué huye de mí el Nerón? ¿A dónde va mi chucho?
No te preocupés, sólo pasá de ese montón de milpa que mirás allí, allí lo encontrarás…
Bueno, adiós señor… Espero verlo algún otro día…
Así será niño, así será…
Corre el niño apresurado y feliz de haber encontrado a su Nerón, y ya con la luz de la luna haciendo aclarar un poco la noche. De pronto:
¡Pero si yo ya había llegado aquí!
Tonto tú que agachas la cabeza por el brillo del sol
Tonto tú que dices trabajar y no logras nada
Me dices tonto por correr de prisa a un sueño invisible
Tonto tú que dices tenerlo todo y deseas las cosas de los demás
Me dices tonto por apagarme en un sueño profundo y real
Tonto tú que ni las sábanas de seda acarician profunda tu alma
Me dices tonto por creer el universo infinito
Tonto tú que sólo conoces el camino del trabajo a casa
Me dices tonto por endulzar mis oídos con música extraña
Tonto tú que solo escuchas las necedades del mundo
Me dices tonto por pasar horas leyendo la mente de un extraño en hojas de papel
Tonto tu rodeado de kilos de papeles pero ninguna carta de amor
Me dices tonto por saciar mis ojos con el más simple charco de agua de lluvia
Tonto tú que a penas tienes tiempo de lavarte el rostro
Por último, me dices tonto por llamarte tonto
Tonto yo por hacerte caso…
Parece sencillo encontrar distracciones
y me siento esclavo del cansancio
12 de noviembre de 2008
1984, narrativa, poesía, Quetzaltenango, Xelajú
13 de noviembre de 2008
Un agradecimiento y un saludo
A nuestro amigo Rafael Romero que hace posible este proyecto, y a todo el personal que visita la página.
Un gusto poder estar entre tanto talento muchá.
Saludos y adelante con TPA.
14 de noviembre de 2008
lindas paradojas, lindas sátiras, lindas metáforas….excelente, disfruté mucho esta lectura…